martes, 4 de mayo de 2010

TR, información y 'estados de consciencia'

La mayoría de personas que acceden a la Terapia Reconectiva desde el escepticismo (gracias por vuestra compañía), cuestionan saludablemente su sorprendente experiencia. Enhorabuena. Si siguen adelante y quieren conocerse a sí mismos, es más que probable que, antes o después, experimenten otro fenómeno distinto: la recepción de información. Éste es aún más sorprendente si cabe y, además, es verificable. Una y otra vez, en la Terapia Reconectiva, se recibe información cuya veracidad más tarde se comprueba.

¿Cómo se explica eso?

Sinceramente, no tengo ni idea.

De momento, la teoría de los 'estados de consciencia' no me vale. ¿Por qué? En primer lugar, porque a ese estado en el que se recibe la información se le llama 'estado expandido de consciencia'. Pues no, absoluta y radicalmente NO. En todo caso, al estado considerado normal habría que llamarle 'estado reducido de consciencia'. Porque el otro, el mal llamado expandido, se vive como infinitamente más natural y auténtico, y, cuando 'se regresa' a éste, se experimenta algo así como una caída, una limitación, un estrechamiento, un abandono de la luz y una entrada en las, si se me permite decirlo, tinieblas. ¿Cómo entonces podemos atrevernos a valorar aquel estado desde éste? ¿No es eso pretender medir el universo con una regla? Y, claro, como se escapa de las medidas que nuestra ignorancia utiliza, caemos en la suprema arrogancia del desprecio. Digámoslo claro: no es el 'estado expandido' el que debe levantar sospechas, es el estado limitado, justamente el que sospecha. Es como si a un grano de arena en la playa le hubieran vendado los ojos y declarase, convencido, "Yo soy la arena".

Por eso se dice que lo que a los ojos de los hombres es locura, a los ojos de Dios es sabiduría. Aunque eso no deja de ser una imagen. Un loco es un hombre perdido en sí mismo. Un cuerdo es un hombre perdido en la mayoría.

Por el momento, tengamos la conveniente humildad de reconocer que hay más, mucho más, de lo que la arrogante conciencia dominante cree que administra. Pobre tonta, la ad-ministra...