jueves, 1 de julio de 2010

Identidad y memoria

Un porcentaje mínimo de personas que tienen el valor de desbloquear su imaginario (memoria real o ficticia) reciben secuencias de lo que tradicionalmente se llama 'vidas pasadas'. Dentro de esa minoría, otra minoría 've' incluso supuestas existencias no materiales.

El valor terapéutico de admitir estas imágenes suele resultar incalculable. Es como si, por fin, se abriese la puerta de la comprensión para ellas, pero no de esa comprensión mundana y falsa, sino de otra íntima, real y efectiva.

Esas imágenes, ¿responden a realidades pasadas?

La psicología dominante en Occidente ha tenido como objetivo siempre la creación y fortalecimiento del ego: se considera que una persona es tanto más saludable cuanto más definido, estructurado y previsible es su comportamiento. Por supuesto que ese criterio epistemológico no tiene nada que ver con la salud, y sí mucho con el sometimiento económico; la única finalidad es el mantenimiento de la esclavitud productiva. Eso es lo que hemos comprado...

La psicología tradicional en Oriente, en cambio, siempre ha pretendido justo lo contrario: la liberación, que se consigue mediante la disolución del ego.

En este sentido, si por un lado nos dedicamos a disolver la identidad de la vida presente, pero la sustituimos por una identidad multiplicada de todas las otras vidas que recordamos, no sólo no hemos avanzado, sino que hemos caído más profundamente en el mismo pozo.

Sean reales o imaginarios los escenarios que aparecen en los traumas, correspondan a esta vida o a otras, lo único importante es permitir que se resuelvan. Y eso se consigue desde el diálogo entre nuestra mente (alma) y nuestra consciencia (espíritu).

¿Qué queda tras la disolución del trauma?

Tu única identidad verdadera: una luz inmensa. ¿Necesitas algo más que eso?