viernes, 23 de abril de 2010

Terapia Reconectiva: El Poder de la Consciencia

En la práctica de la Terapia Reconectiva lo primero que sorprende, en efecto, es la aparición de esas ‘memorias inconscientes’ que aquí llamamos ‘cuerdas’. Eso es lo primero que sorprende, pero no lo que más sorprende.

Una vez que hemos hecho consciente esa ‘memoria’ (es importante mantener el entrecomillado para no caer en el literalismo de las palabras), el terapeuta, que no es más que un mero acompañante, invita al paciente -o el paciente se invita a sí mismo, cuando ha aprendido a hacerlo- a ‘viajar’ en el tiempo hasta un momento antes del hecho que provocó el trauma, y tratar de hablar con todos los implicados.

Quien de todo esto no tenga experiencia propia, puede llegar a pensar desde la sola teoría que se trata de algo así como una especie de programación neurolingüística. Pero nada tiene que ver con eso. Del mismo modo en que las ‘memorias’ se experimentan con contenido propio y no como proyecciones, esta búsqueda de una solución que evite el suceso traumático también se experimenta como teniendo una dinámica propia, independiente de la voluntad consciente (¿también de la voluntad inconsciente?) del paciente. Lo que nos encontramos al intentar prevenir y evitar el trauma no es menos sorprendente que el contenido de las mismas ‘memorias’.

Al respecto quiero apuntar otro detalle: cuando el paciente accede a ‘memorias’ de su vida presente, en ocasiones la sorpresa es mayúscula: ese recuerdo que ahora emerge podía estar tan enterrado que la consciencia de su existencia supone un enfrentamiento entre lo increíble y lo indudable: “es evidente que eso sucedió, y que me afectó gravemente; lo increíble es que lo hubiese olvidado” -suelen decir los pacientes.

Pero cuando el acceso es a ‘memorias’ de eso que muchos llaman ‘otras vidas’, el impacto en el paciente es cualitativamente diferente. La mayoría de veces es como si se hubiese derribado una barrera hasta entonces infranqueada, suele haber una reacción física llamativa, a partir de la cual ya nunca las cosas serán vistas como hasta entonces (no) se veían.

Si tú has sido una mujer violada, en ésta o en otras vidas, en la realidad reconocida conscientemente o en tu imaginario (que finalmente tiene el mismo efecto), o si tú has sido un asesino de niños… ¿acaso debes cargar eternamente con ese trauma?

Si existe sólo una vida, ¿te sentirás marcada o condenado de por vida? O peor, si existen muchas vidas (en la realidad o en tu imaginario, porque, como decimos, el efecto es el mismo), ¿te sentirás eternamente marcada o condenado?

La respuesta es que no, que no ha de ser así en modo alguno. Que tanto víctimas como verdugos pueden, desde la Consciencia, limpiar, prevenir, evitar… hacer lo necesario para que el hecho traumático, que permanece en la memoria, retrocediendo a un momento antes de que suceda, no suceda.

“¿Pero cómo vas a hacer que no suceda lo que sí sucedió? Vale que lo hagas con las fantasías de otras vidas, pero, ¿cómo vas a hacerlo con lo que te consta que sin duda sucedió en ésta?” -es lo que se pregunta quien no ha vivido esta experiencia.

Quien sí la ha vivido no se lo pregunta. Simplemente, lo experimenta. Sabe, por experiencia, que tras llegar a un acuerdo, a veces casi imposible, para evitar el suceso traumático que dejó tan imborrable huella, cuando avanza en su memoria ya no aparecen ni el hecho ni sus consecuencias.

Seguramente ése es el poder de la Consciencia, que tiene mucho que ver con el Amor y con la Justicia, con la comprensión, con el perdón, con la apertura… Siempre es el Amor quien dirá la palabra última. Y la palabra última nunca podrá ser otra que ‘te quiero’. Porque todo lo demás es mentira.

lunes, 19 de abril de 2010

¿Qué son 'las cuerdas'?

Las cuerdas son información. Información que permanece en el plano de la Consciencia. Negar el plano de la Consciencia es negar la posibilidad de existencia de las cuerdas.

¿Podríamos decir que los traumas generan cuerdas? Sí, podríamos decirlo en dos aspectos:
- Así es probadamente respecto a lo que llamamos ‘esta vida’. Muchas escuelas psicológicas han trabajado tradicionalmente desde estas premisas.
- Les llamamos ‘cuerdas’ por su carácter fragmentario: son como pequeños segmentos en cierta medida autónomos, perdidos, desconectados, dolorosos.
Seguramente es la desconexión de esos fragmentos lo que impide la continuidad coherente e integrada de toda la experiencia.

Ésta podría ser la hipótesis de cómo se genera una cuerda: un hecho traumático no se integra, sino que se expele, de alguna manera, de nuestra consciencia. Mientras esa información, que es vitalidad y es consciencia, no se reintegra, recupera, reconecta, permanece alejada, enajenada de nuestro eje. Hasta aquí todo podría asumirlo la mayoría de psicólogos; la práctica clínica parece avalar que es justo así como sucede. La terapia consiste en recuperar esas memorias del espacio de la inconsciencia, de la separación, al que por no poder integrarlas en su momento las arrojamos.

La pregunta más inquietante es la que viene ahora: ¿qué son esas supuestas memorias que aparecen igualmente en la terapia, pero que no corresponden a lo que hemos acordado en llamar ‘esta vida’? El paciente nos habla de escenarios de otras épocas, de lugares muy lejanos, con diferente edad, raza, cultura, sexo… ¿son puras proyecciones o fantasías? ¿Por qué, si las tratamos como recuerdos, tienen tan inmenso poder terapéutico?

Si son proyecciones o fantasías, ¿por qué no siguen nuestros deseos? ¿Por qué no son agradables? ¿Por qué nos vemos cometiendo o padeciendo las mayores atrocidades? ¿Es tal vez una descarga inconsciente y simbólica de frustraciones ocultas? Si es así, ¿por qué parecen tener una dinámica independiente y tan absolutamente elaborada?

¿Es necesario creer que esos ‘recuerdos’ pertenecen a otras vidas? No, no es necesario para nada. Incluso resulta muy contraproducente tomarlos al pie de la letra. Cuando recordamos algo ‘de esta vida’, a menudo nos equivocamos, dejamos de lado aspectos que más tarde advertimos determinantes, los deformamos…, ¿por qué habría de ser diferente con los supuestos recuerdos de otras supuestas existencias?

Si discutible es que se trate de recuerdos ‘de otras vidas’, más lo es que se trate de meras fantasías o proyecciones. A día de hoy sí podemos afirmar sin discusiones que eso que llamamos cuerdas es información con potencial terapéutico. De ese potencial terapéutico será de lo que a continuación hablaremos.

Memoria y locura. Contra el literalismo (II).

¿Qué ganamos y qué perdemos creyendo que esas memorias corresponden a vidas pasadas?

No se me ocurre ninguna ganancia. Tal vez para las personas que parecen necesitar tener todo ordenado y fijo en su mente, considerarlas de ese modo resulte más favorable. Y, tal vez, si tienen miedo a la muerte, esa creencia juegue a suavizarlo.

Pero esas dos ganancias son al mismo tiempo dos ruinas: el miedo a la muerte no se resuelve con una creencia, y establecer algo de manera fija en la mente es el primer paso para que se anquilose y no sirva.

Añado aquí un detalle importante: algunos terapeutas de vidas pasadas son muy dados a tomar al pie de la letra la historia que el paciente les narra. Eso es un error de principio. Con estas memorias ocurre lo mismo que con los recuerdos de la vida presente: a veces se superponen detalles significativos de varios recuerdos, mezclándolos en el tiempo sin pretenderlo. Otras veces, y esto es decisivo, el recuerdo que se observa en un primer acceso es muy diferente del que se va elaborando o distinguiendo conforme se analiza en posteriores visitas. El literalismo es el primer enemigo del potencial terapéutico del método.

En cualquier caso, y esto puede comprobarlo quien quiera, en nuestro inconsciente hay unos contenidos que tienen todas las características de los recuerdos, pero que no corresponden a esa sucesión temporal que llamamos ‘esta vida’. Negarlos es precipitarnos nosotros mismos y empujar a otros a la locura. Imagina que alguien te obliga a olvidar tu historia. Esa violencia, ¿no te volvería loco por completo? Pues exactamente lo mismo ocurre con esas memorias, con esos recuerdos que aquí denominamos cuerdas. El lenguaje nos hace otro guiño amable con ese nombre: reconectar las cuerdas para llegar a estar, por fin, cuerdos.

Seguramente hemos llamado ‘psicóticos’ a individuos que se han encontrado con una reestimulación no comprendida e incluso violentamente negada (tratar de nombrarla se considerará, en sí mismo, un síntoma de locura) de alguna de esas memorias. Muchas personas de ésas a las que hemos llamado ‘locos’ no son sino seres más receptivos, más sensibles, a una realidad que la ignorancia dominante niega y que, desde su incomprensión, combate con todos los medios que encuentra a su alcance. La locura, así entendida, no sería una enfermedad, sino un síntoma. Un síntoma de incomprensión de uno mismo, en primer lugar, y de incomprensión por parte del entorno. También, desde el lado que ordena y califica, la locura sería una demostración de la violencia que unos seres pueden ejercer sobre otros.

Podemos comprobar que esas memorias -o imágenes o proyecciones- existen en nuestro inconsciente. Las analizaremos más tarde. La cuestión ahora es: ¿qué otras realidades existen y del mismo modo estamos ignorando, cuando resultan determinantes en nuestras vidas?

domingo, 18 de abril de 2010

Memoria y locura. Contra el literalismo (I).

"Llegó a aquel lugar donde casi todo el mundo era mucho más alto que él. Cuando aprendió a comunicarse con los nativos, tuvo que aceptar un pacto de silencio: debía ignorar su memoria, fingir que no había existido…".

En alguna medida, tal vez ésta podría ser la descripción de un nacimiento.

La Exploración de Consciencia y la Terapia Reconectiva demuestran la existencia de ‘memorias’ en nuestro inconsciente. ¿Por qué decimos que existen? Porque cuando les permitimos que aparezcan, aparecen. ¿Por qué decimos que están en nuestro inconsciente? Porque, al menos hasta entonces, no están en nuestra memoria consciente. ¿Por qué les llamamos ‘memorias’? Porque tienen todas las características de los recuerdos, excepto una: el grado y la calidad de la sorpresa cuando se accede a ellos.

Veamos: en la práctica clínica, cuando partimos de la hipótesis de que cualquier tipo de sufrimiento tiene su raíz en una experiencia pasada e inconsciente (esto es algo que demuestra, sin excepciones, la Exploración de Consciencia), pedimos al paciente que retorne al momento del trauma que origina lo que estamos sintiendo física, emocional y mentalmente en estos momentos, en el presente. Un setenta por ciento revive con claridad sucesos ‘de está vida’. Apenas un treinta por ciento ‘da el salto’ a la descripción de sucesos en los que ellos no se identifican con su actual cuerpo, sino con otro, que puede ser un anciano cuando aquí y ahora son jóvenes, que puede ser del otro sexo, y desde luego en un contexto histórico (tiempo) y en una localización (espacio) diferentes. A eso es a lo que los literalistas llaman ‘recuerdos de vidas pasadas’.

¿Son realmente recuerdos de vidas pasadas, o son otra cosa? ¿Qué otra cosa podrían ser entonces?

Observa algo extremadamente importante: para comprender, nombrar (e incluso percibir) algo, debemos referirnos a otro fenómeno sobre el que ya tengamos la creencia de un conocimiento, validado. Es decir, que los nuevos fenómenos que se nos presentan podrían ser algo completamente distinto de aquellas categorías en las que los clasificamos. La limitación de la organización de nuestra mirada es absoluta. Por eso conviene dejar siempre las puertas abiertas a otras hipótesis. El literalismo es un error de principio. Ningún conocimiento es definitivamente verdadero (ni siquiera éste, claro). Admitimos como verdad, si somos honestos, aquellas hipótesis que nos permiten un mayor número de respuestas. En el momento en el que una hipótesis nueva posibilite más respuestas que la anterior -y eso sólo sucede cuando se hace un número suficiente de nuevas preguntas-, lo más riguroso y sensato es abandonar la hipótesis antigua a la que dimos nuestro asentimiento.

Partiendo de estas premisas, entre las hipótesis alternativas, la más razonable es que esos ‘recuerdos’ sean proyecciones de las necesidades psicológicas del paciente. De hecho, ésa es la interpretación de muchas personas cuando viven por primera vez esta experiencia. Sin duda tiene su lógica, pero también algunas importantes debilidades:
1.- Metafísicamente, ésa podría ser la explicación de todo lo que vemos, de toda nuestra experiencia, y no sólo de esos supuestos recuerdos.
2.- Los contenidos de esas historias que recordamos o revivimos no son en modo alguno como queremos. Por supuesto que alguien puede engañarse e inventarse cualquier fantasía, exactamente igual que se hace habitualmente con la vida presente. Pero lo que descubrimos en esas memorias no es nunca nada agradable, sino traumático, y normalmente traumático en extremo: nos vemos asesinando o asesinados, no dando paseos en barca.

Por otro lado, me parece muy importante desmarcarse de la hipnosis. En primer lugar y para ser honestos, porque yo nunca he conseguido ser hipnotizado, y todo lo que pueda decir lo diría sin experiencia propia. No obstante, lo que veo desde fuera no me merece demasiado crédito: una persona hipnotizada puede convencerse de que es una gallina, y comportarse en consecuencia. Si la hipnosis fuese necesaria, no tendría más remedio que tratar de separar el grano de la paja. Pero la hipnosis no es necesaria y, puesto que respecto a la misma albergo serias dudas, prescindo de ella por completo.

sábado, 10 de abril de 2010

Regresión y presencia

Sólo existen dos posibles estados del ser: el estado regresivo y el estado de presencia.

El estado regresivo es aquél en el que experimentamos cualquier tipo o medida de sufrimiento. El estado de presencia es el éxtasis, el nirvana. En el estado regresivo estamos reviviendo inconscientemente el pasado. En el estado de presencia vivimos el presente absoluto, más allá del tiempo. En él no hay mente, ni mundo, ni nada. Sólo hay Uno, y ese Uno es Todo.

Cada vez que experimentamos sufrimiento es porque estamos encadenados a un recuerdo inconsciente (pasado). Hacer consciente esa memoria, que yo llamo cuerda, es liberarla y liberarse, es reconectarla y reconectarse.

Conformarse con el sufrimiento es vivir permanentemente en el pasado. Mucha gente ha experimentado, en algún momento de su vida, el estado de presencia. De hecho, es el estado al que se accede cuando se reconecta una cuerda, cuando se hace consciente una memoria y se reescribe, se re-crea.

Reescribir una memoria es posible porque el Espíritu, la Consciencia, es más poderosa que el tiempo. Creer que el tiempo es la realidad última es una demostrable mentira.

Nada de lo que hayas hecho o te hayan hecho en el pasado has de llevarlo eternamente cargado. Puedes liberarte de tu carga. Puedes completarte. Puedes recrearte. Puedes renacerte. De la mano del Espíritu o, como se dice contemporáneamente, de la Consciencia.

A la mayoría de la gente no le interesa esto. Ellos son muy felices sufriendo. Si tú no eres feliz sufriendo, tú no eres uno de ellos.

Tu libertad te espera. Te esperan tu Luz y tu Presencia. Más allá de cualquier maestro. Tú tienes, y has tenido siempre, todas las respuestas.