viernes, 14 de mayo de 2010

Detenida mente

Cuando hace años inciamos la investigación buscando un camino eficaz para la liberación del sufrimiento, nada ni nadie nos advirtió de con qué nos enfrentaríamos.

Es cierto que pronto observamos el vínculo necesario entre liberación del sufrimiento y autodescubrimiento: comprobamos, una y otra vez, que el sufrimiento impedía el acceso a la verdad; dicho en dirección opuesta: sólo la mentira, la inconsciencia, es causa del sufrimiento. ¡Qué pocas personas pueden asumir esto!

Con el paso del tiempo y la experiencia acumulada, vemos hasta qué punto la práctica sistemática de la Exploración de Consciencia comporta una transformación radical y revolucionaria: el objetivo de detener la mente se vuelve una consecuencia necesaria.

A fuerza de verificarlo mil veces, ya no eres capaz de seguir engañándote. Sabes que, sea lo que sea aquello que (creas que) te angustie, en ningún caso es la causa real de tu sufrimiento. La mente, por fin, queda superada. La transformación de la mente a la Consciencia es inevitable. Por más que juegues a engañarte, como hacen la casi totalidad de los humanos, tú ya no puedes.

El camino de la transformación parece tener la forma de una enorme pirámide: al principio todos exploramos experiencias muy comunes (la base), pero, conforme ascendemos hasta la cima, las experiencias que encontramos son cada vez más particulares. Y con 'particulares' no me refiero a individuales, sino más bien a eso que Wittgenstein tal vez llamaría místicas.

Nos damos cuenta de que, desde que nacimos, hemos ido asumiendo una hipnosis. La Exploración de Consciencia comporta el despertar de la misma. Y mientras las primeras Exploraciones resultaban muy sencillas y a menudo se resolvían enseguida, aquéllas que parecen corresponder a los planos más elevados pueden resultar mucho más difíciles.

Recuerdo momentos en los que el malestar parecía resistirse a las Exploraciones y yo llegaba a la conclusión de que el método, al final, fallaba. Poco después siempre acababa funcionando. Ahora, cuando el resultado de un ejercicio de Exploración no es el éxtasis ni la paz perfecta, puedo asumir que lo que tengo por descubrir requiere una maduración o rodeo especial. De sobra sé -o creo saber, que para el efecto es lo mismo- que lo que invito a aparecer quizá no tenga nombre reconocido.

La hipnosis en la que hemos vivido constituye una muerte completa. Sólo me pregunto cómo hemos podido tolerar tanta violencia...