domingo, 8 de noviembre de 2009

Razones para seguir sufriendo

El primer mandamiento de nuestra cultura dice: ‘Amarás el sufrimiento sobre todas las cosas’. Y el segundo: ‘Huirás del sufrimiento por todos los medios que conozcas’.

Se cuenta que un prestigioso oncólogo, con un historial de éxitos muy superior al de todos sus colegas, recibe en una gran sala a los cientos de pacientes que le solicitan una consulta. Él, enfrente de todos ellos, les dice: “A todos los que de entre ustedes no estén dispuestos a hacerse responsables de su enfermedad, les pido por favor que abandonen la sala”. En ese momento, la inmensa mayoría se levanta y se marcha.

Pues sí. Si eres de los que esperan que alguien venga a arreglar tus problemas, este camino no es para ti, o no lo es de momento. Si le haces frente al sufrimiento, si comienzas a eliminarlo efectivamente de tu vida, seguramente te sorprendas cuando compruebes que casi nadie sigue ese camino. ¿Acaso debería ser de otra manera? ¿De verdad crees todavía que todos somos iguales? Si todos fuésemos iguales, no habría nadie imprescindible. Y todos somos imprescindibles, aunque nadie es igual a nadie, ni nadie tiene por qué seguir tu camino.

Hasta ahora me he encontrado, aparentemente, con tres tipos de cuerpos:
- Aquéllos que de ningún modo aceptan el sufrimiento; quienes, de alguna manera, intuyen o reconocen dentro de sí que algo falla, que el sufrimiento esconde una mentira, que no es la verdad última. Para ellos, la EC (Exploración de Consciencia) puede ser una herramienta perfecta.

- La inmensa mayoría, que parece adorar el sufrimiento.

- Los que a veces quieren liberarse, y a veces prefieren seguir sufriendo.

A los adoradores del sufrimiento no tengo nada que decirles. Jamás leerán este libro. A los dudosos tal vez les sirvan algunas exploraciones puntuales para ayudarles a definirse, si quieren hacerlo:

- ‘Si sufro yo, otros sufren menos’.
- ‘Soy culpable’.
- ‘La verdad me hizo daño’.
- ‘Sufrir es útil’.
- ‘Sufriendo conseguí lo que quería’.
- ‘El sufrimiento me motiva’.
- ‘Sin sufrimiento no hay aprendizaje’.
- ‘Sufriendo, aprendo’.
- ‘¿Qué ocurriría si descubriese que soy libre?’
- ‘Sufrir es lo normal’.
- ‘Dejar de sufrir’.
- ‘¿Quién sería yo sin el sufrimiento?’.
- ‘Más vale malo por conocido, que bueno por conocer’.
- ‘La realidad es sufrimiento’.
- ‘Soy superior porque sufro’.

A lo largo de este libro vas a encontrar afirmaciones con las que tal vez te enfades mucho, o muchísimo. Toma nota de todas ellas. El enfado es una forma de sufrimiento. Más adelante las exploraremos.
He encontrado que éstos son argumentos muy repetidos para mantenerse en el sufrimiento:

- La ‘compasión’. ¿Necesitas sufrir para ser solidario? ¿Acaso disminuye el sufrimiento que hay en el mundo cuando le añades el tuyo? ¿O más bien aumenta? ¿Se endereza un árbol torciéndose otro árbol, o es justo al revés como ocurre? ¿Es verdad que, sufriendo tú, otros sufren menos? ¿No te parece más bien que todo esto no es sino un escondite de la culpa? ¿De verdad se resuelve la culpa sufriendo, o simplemente se trata de una falsa justificación, que nos llena de resentimiento?

- La culpa y el castigo. Hay quienes parecen sentirse culpables y estar convencidos de que no merecen dejar de sufrir. Merecen, creen, el castigo, que es el sufrimiento. Por lo tanto, rechazan la posibilidad de liberarse del mismo.

- El miedo a la verdad. Otros parecen pensar que conocer la verdad les hará daño. Creen que en sus vidas hay algo lo suficientemente terrible como para preferir la muerte (el sufrimiento) antes que enfrentarlo. Tal vez haya un trasfondo de culpabilidad también en esto. La EC demuestra justamente lo contrario: conocer la verdad es lo único que libera. Decía Bertrand Russell que “el miedo es el principal enemigo del conocimiento”. Y Eric Pearl señala que “lo contrario del amor no es el odio; lo contrario del amor es el miedo”.

- Todos tenemos la experiencia de que el sufrimiento, como la mentira, es útil: sirve para manipular a los demás. El narcisismo es el extremo máximo de esta actitud. Desde luego, tienen razón. Podemos elegir quedarnos (pájaro en mano) con lo que conseguimos fingiendo sufrimiento, en lugar de lo que eventualmente conseguiríamos por la vía del autodescubrimiento (¿ciento volando?). Pesa más la satisfacción por lo que ya se tiene experiencia de conseguir mediante la ficción del sufrimiento, que puede llegar a ser muy creíble, incluso para uno mismo -el embustero acaba mintiéndose incluso a sí mismo-, que la posibilidad de la nueva vida, que en el fondo ni siquiera conocemos. La mayoría, pues, parece que ni se plantea la posibilidad de liberarse del sufrimiento: liberarse, ¿para qué? Además, si ni siquiera me siento esclavo...

Un documental sobre un orfanato chino mostraba a unos bebés en condiciones que podrían considerarse de desatención. Era muy llamativo que ninguno de ellos lloraba. ¿Por qué? Porque habían aprendido que llorar no les servía de nada. Con el llanto reclamamos lo que necesitamos, pero también lo que queremos. Mucho antes de aprender a hablar, casi todos nosotros hemos aprendido a mentir, a fingir lo que después se interpretará como malestar, no sólo para reclamar necesidades, sino también para conseguir aquello que queremos. El uso del sufrimiento como recurso para manipular a otros es uno de nuestros aprendizajes primeros. Seguro que conoces a gente que te cuenta sus desgracias llena de ‘alegría’. ¿Para qué querrían esas personas liberarse del sufrimiento? ¿Qué sería de ellas? ¿De qué hablarían? ¿Qué sería de sus vidas?

Aprendemos antes la utilidad de la mentira que el valor de la verdad. Con la EC comprobarás que el sufrimiento es síntoma de inconsciencia. Mantenerse en el sufrimiento es mantenerse en la inconsciencia. Tú decides.

- Otro argumento, muy común, a favor de la utilidad del sufrimiento, es su supuesta capacidad motivadora. ‘Sufrir es lo que nos motiva. Si no sufriésemos, no nos moveríamos’. ¿Nunca te has sentido motivado por amor? ¿Qué motivación es más fuerte? ¿Cuál eliges? Sufrir no nos motiva. Sufrir nos confunde. ¿Verdad que lo sabes?

- ‘Sufrir es el medio para aprender. Sin sufrimiento no hay aprendizaje’. ¿No has aprendido nunca por placer? ¿Prefieres aprender por placer o por sufrimiento?
- El miedo a la libertad. De él ya hablaron Eric Fromm (‘El miedo a la libertad’) y Erica Jong (‘Miedo a volar’) entre tantos otros. Miedo, miedo, miedo… siempre miedo. ¿Acaso hay finalmente dos tipos de personas, los valientes y los cobardes? Probablemente así no sea. Como decíamos antes, somos valientes porque tenemos miedo. El valor es una reacción al miedo. Nadie, pues, es despreciable. Nadie vale menos.

- También está la fuerza de la creencia, el poder de la hipnosis o la costumbre. El sufrimiento es lo que conocemos. Se dice que nada es tan difícil de cambiar como una costumbre o creencia. Toda nuestra vida hemos creído que sufrir es lo normal. Ésa es la creencia dominante. Si no te das la oportunidad de verificarla (y para verificarla tienes que cuestionarla), nunca comprobarás que es falsa. Y puede resultar más cómodo permanecer dentro del grupo mayoritario (los que creen que el sufrimiento es necesario), que con esa escasa minoría que transforma el mundo (en este caso, transformándose a sí mismos). Es más, incluso si comienzas a comprobar que esa creencia es falsa, aplicarla a diario a tu vida puede encontrar la resistencia de no querer separarte de la mayoría, de los que hasta ahora han sido tus prójimos. ¿Quieres ser un hipnotizado más, o prefieres vivir despierto? Si te atreves a comprobar que el sufrimiento esconde siempre una mentira, inconsciencia, te encontrarás con que tienes una experiencia personal enfrentada a una creencia colectiva. Y entre la experiencia (realidad) y la creencia (teoría), solemos adherirnos a la creencia. Cuando lo que creemos no coincide con lo que experimentamos, como antes vimos, decimos que la realidad se equivoca, no que nosotros nos equivocamos. Pero la realidad, por supuesto, no tiene la facultad de equivocarse. Sólo podemos equivocarnos nosotros.

- En un plano menos consciente puede estar la cuestión de la identidad. La pregunta ‘¿Quién sería yo sin el sufrimiento?’ tiene una respuesta evidente: yo. Sin embargo -y puedes comprobarlo si se la haces a la gente- suele causar un enorme desconcierto. ¿Por qué sucede esto? Casi todo el mundo cree que el sufrimiento forma parte esencial de su identidad, de lo que ellos creen que son. Creen, por tanto, que si dejasen de sufrir, dejarían de ser ellos. La verdad es todo lo contrario: sólo comenzamos a ser nosotros cuando nos liberamos del sufrimiento. También eso puedes comprobarlo.

- La seguridad de lo conocido. Nos sentimos más seguros con aquello que conocemos, y lo que conocemos es el sufrimiento. El cambio no procede muchas veces de un impulso consciente y voluntario, sino de haber llegado a un punto en que lo anterior se vuelve insoportable. Hemos ¿crecido? en la creencia de que ‘más vale malo por conocido, que bueno por conocer’.

- El disfraz del intelectual. Seguro que conoces a alguien que parece sentirse superior porque todos sus análisis de la realidad acaban en un pesimismo extremo. Finalmente, ‘todo es un desastre’, ‘la alegría es evasión, mentira’, ‘la realidad es sufrimiento’. Estas personas, o son sólo mente, o son simples farsantes. Si son sólo mente, están locos perdidos, con diagnóstico o sin diagnóstico. Si son simples farsantes, debajo del disfraz podrás descubrirlos.

- La identificación (positiva) con el sufrimiento: ‘Yo soy el ser que sufre, y soy superior por eso’. Si lo analizas, es un caso de locura extrema, pero ¿puedes ver que en nuestra cultura es todo un modelo?

¿Quieres dejar de sufrir? ¿Estas dispuesto a pagar el precio del autodescubrimiento? En la EC la liberación del sufrimiento comporta necesariamente el autodescubrimiento, porque más allá del sufrimiento lo único que queda eres tú mismo.

(Del libro 'TRANSFORMACIÓN. De la mente a la Consciencia', de próxima aparición).